Beatriz Artolazabal Albeniz

Consejera de Igualdad, Justicia y Políticas Sociales del Gobierno Vasco.

Este fin de semana hemos tenido que lamentar la muerte de una persona. Esta vez no en el Mediterráneo, sino en el Bidasoa. Y lo primero es pensar, aquí y ahora, en Yaya, de 28 años, un joven costamarfileño con un proyecto de vida truncado por una muerte prematura e injusta. Esta muerte tiene un contexto.

Cada muerte nos impacta y reclama respuestas. La de Yaya, la de Ailan, el niño sirio de origen kurdo ahogado en el Mediterráneo, y la de miles de personas. No podemos acostumbrarnos a determinadas imágenes. Al contrario, que se repitan, cerca o lejos de casa, debe avivar nuestro compromiso con las personas, con cada persona, por los derechos y con la vida.

No tenemos capacidad para acoger a todas las personas, pero sí de desarrollar una política de acogida común y cooperar para acoger a cuantas podamos, considerando las necesidades y capacidades de cada país y comunidad, a través de propuestas como SHARE, además de generar modelos de acogida humanitarios, proactivos, centrados en la persona e inclusivos.

No tenemos hoy un gobierno mundial, ni libertad de circulación y residencia a escala global, pero debemos avanzar hacia un instrumento jurídico que establezca el marco de gobernanza de la migración, respetar escrupulosamente los derechos humanos de todas las personas y cumplir con la obligación de proteger a las niñas, niños y adolescentes sin referentes familiares.

Este marco de gobernanza de la migración ha de hacer posibles tránsitos seguros en situaciones de crisis humanitaria y de forma ordinaria, a nivel global y desde luego en las fronteras de la Unión y en los tránsitos internos. Es una tarea urgente. No más muertes.

¿Quién gana con un flujo desordenado? ¿Qué intereses priman? ¿A qué redes beneficia?

Esta misma pasada semana hemos vivido cómo se abren y cierran fronteras, de un día para otro, en función de intereses espurios, e instrumentalizando a las personas. Y cómo se utilizaba políticamente la protección de personas menores de edad contra el actual gobierno andaluz.

Pero, también, hemos podido llegar a un acuerdo de acogida -de 200 niños, niñas y adolescentes sin referentes familiares- desde la cooperación entre comunidades y territorios. Y estoy convencida de que avanzaremos en esta dirección en Euskadi, en el Estado y en Europa. Es nuestra propuesta, intención y compromiso.

También esta misma semana, ante la crisis de Ceuta, creí oportuno subrayar que basta ya de poner parches desde las políticas sociales a estas situaciones.

Y es que resulta también imprescindible variar las políticas migratorias y de extranjería en todo lo relacionado con la posibilidad de obtener permisos de trabajo. Con la actual interpretación legal abocamos a estas personas a la marginación y a las ayudas sociales, cuando sus deseos y nuestra propia necesidad deberían lograr su efectiva y legal integración en el mercado de trabajo.

Con realismo, y sin demagogias de ningún tipo, es urgente una política de migraciones coherente, sostenida, orientada a las causas de los flujos migratorios y que los ordene y humanice, consolidando el acervo internacional de derechos humanos en esta materia.

En la confianza y con la disposición de avanzar juntas en esta dirección, así vengo trasladándoselo institucional y personalmente al Ministro Escrivá.

Las personas, cada persona, y la vida, su vida, en el centro, y también de las políticas. El lugar desde el que reflexionamos y actuamos es clave. Y también las preguntas que nos hacemos.

¿Por qué para perseguir una vida digna hay que jugarse la vida?